El principio de igualdad expresado en el sufragio universal: el caso de las mujeres
La Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948 permite la expansión del derecho al voto femenino en el mundo.
EL movimiento sufragista pugnó por el reconocimiento de la capacidad de las mujeres para elegir o ser electas.
El sufragio femenino es un derecho político relacionado con la posibilidad de las ciudadanas de decidir en la vida política de un país, tanto para elegir a sus representantes como para ser electas como representantes del pueblo (Goldman, 1910).
La legislación internacional reconoció el sufragio femenino universal a través de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, cuando en el Art. 21 se establece que:
a) Toda persona puede participar en el gobierno de un país, ya sea de forma directa o a través de sus representantes.
b) Toda persona puede acceder en condiciones de igualdad a los cargos públicos.
c) La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público.
Esta declaración ha posibilitado que las mujeres, al ser parte del pueblo, puedan expresar su voluntad a través de las elecciones, del voto secreto, que se ejerce de forma libre. Así también se posibilita que puedan ocupar cargos públicos.
El reconocimiento del sufragio femenino desde fines del siglo XIX, en algunos países, abrió el camino para que las mujeres puedan participar, por primera vez en la historia de la humanidad, en la toma de decisiones sobre el destino político de un país. Sociedades como la griega o la romana, en la antigüedad, excluyeron por completo a las mujeres del sufragio, pues no eran ciudadanas.
El sufragio femenino fue reconocido inicialmente en la Independencia de los Estados Unidos en 1776, cuando se estableció el derecho de todas las personas a votar, aunque unos pocos años después, en 1807, se dieron cuenta de este que para ellos era un error y lo corrigieron, indicando que solo los hombres podían votar.
Este país reconoce el derecho al voto femenino recién en 1920, pero únicamente para las mujeres blancas, y desde 1965 para todas las mujeres (Actitudfem, 2016).
El primer país en el mundo en reconocer el voto femenino fue Nueva Zelanda en 1893; luego Australia, en 1902. En el Ecuador, Matilde Hidalgo de Prócel (Loja, 1889-1974), elevó a consulta ministerial, en 1924, la posibilidad de que las mujeres votaran, cuando la Constitución de 1906 planteaba como únicos requisitos para ello ser ciudadano, mayor de 21 años, saber leer y escribir. Ella fue la primera mujer en votar en el Ecuador y en América Latina y su ejemplo permitió que la Constitución de 1929 reconociera el sufragio femenino. En 1941 se postuló a un cargo de elección popular como diputada y ganó (Forosecuador, 2013).
Sin embargo, el primer país latinoamericano en reconocer en su Constitución el derecho femenino al sufragio fue Uruguay, en 1927, pero se concretó en 1938, cuando la activista de los derechos de las
mujeres, Paulina Luisi (Argentina, 1875-1949), médica ginecóloga, efectivizó su derecho al sufragio.
Otra figura argentina destacada en América en torno a los derechos políticos de las mujeres es Eva Perón (Argentina, 1919-1952). Ella promovió un proyecto de ley que reconocía el sufragio femenino,
aprobado en 1947.